Estaba sentada frente al mar en el malecón, una mujer triste, sola, que se ahogaba en su propio llanto. Ella hablaba con el mar, el Sol y el viento, preguntaba por qué tenia tan mala suerte como para siempre fracasar en la vida. Aun siendo una mujer bella e inteligente, no era feliz.
En su corazón y en su alma había un vacío que creía infinito, pues lo que había alli lo había perdido. Aquella mujer que todos pensaban que era feliz, porque era hermosa, inteligente, con muchas virtudes y cualidades, en el fondo era una mujer solitaria, maltratada moral, psicológica, fisica y emocionalmente.
A pesar de tenerlo todo, ella sentía no tener nada. Así vivía, en un mundo en el cual sentía que no pertenecía, llena de dudas y preguntas del por qué otros sí eran felices y ella tan triste. Por qué personas que tenian una gran compañía a su lado no la valoraban y ella sola anhelando tener aunque sea un poquito de eso, no tenia nada. La soledad se convirtió en su mejor amiga y así pasaban los días, una monotonía, todo gris, ni siquiera blanco y negro.
Sus lágrimas se confundían con las gotas de lluvia que caían mientras ella se despedía del mar, que se convirtió en su confidente y se marchaba con su soledad, sin esperanzas de algún cambio en su vida. Con temor a volver a sufrir, prefería quedarse con la soledad, su fiel e incondicional amiga...
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